Un majestuoso Maracaná coronó a la selección de Alemania como campeón del mundo por cuarta vez en su historia en una final espléndida que terminó con el sueño de la Argentina y de Messi de hacer historia en Brasil.
Un gol de Gotze en la prórroga dio la victoria a los de Low tras un partido precioso y de guante blanco, digno de una final de un Mundial. El fútbol dio la razón a Alemania y escapó del sentimentalismo que proponía Messi y cuarenta millones de almas enfervorizadas por recuperar la gloria que su último profeta les concedió.
La pelota dio la espalda al nuevo mesías ante la oportunidad de convertirse en mito en vida, de lograr el tercer Mundial para Argentina, de ser más grande que Maradona.
El mundo asistió a un partido de una igualdad que pocos esperaban. Una batalla táctica y psicológica al límite en la que los dos contendientes estuvieron a la altura de lo que había en juego. Con diferentes filosofías y con armas opuestas, pero con los objetivos de derribar a un oponente temible y de alargar las esperanzas de los aficionados. Alemania, entonando la sintonía que se grabó a fuego en la piel tras la derrota ante España en 2010.
Un fútbol apetecible y rico en posibilidades ofensivas, siempre valiente con el balón, siempre agradecido para el espectador. El vals alemán bailó durante muchos minutos a una Argentina concienzuda en la tarea defensiva, pero siempre fogosa en la ofensiva.
Mario Gotze fue el encargado de marcar el gol al minuto 113 del tiempo extra, tras una precisa jugada y un preciso centro. Pecho, disparo y gol, nada que hacer para Romero, quien tuvo una noche mas magnifica en el Mundial.
El fútbol de encargo de darnos una de esas noches mágicas que están a la altura de lo que esto representa, los ojos del mundo entero cada cuatro años.